El domingo 23 de abril se celebró el Día Internacional del Libro, un día especial para nosotros los filólogos.
El libro siempre ha estado presente en mi vida y a él le debo lo que soy hoy en día. Me aficioné a la lectura desde pequeña, incluso gané un concurso. Desde entonces, no me he desvinculado de ella, aunque he de reconocer que, con los estudios, difícil era buscar un ratito en el que pudiese leer tranquila y plácidamente. Por esta razón, el verano se convierte en mi época favorita: mis días en la playa y mis tardes y noches “a la fresca”, como se dice en mi pueblo, las dedico a leer. Me gusta conciliar el estado de paz que me transmiten la brisa marina y el ruido del mar con la tranquilidad de la lectura. Así ocurrió con El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Recuerdo que en clase Carmen Alemany nos habló de la obra, y yo quedé encandilada, por lo que la apunté en mi lista de libros pendientes. El recuerdo que de él tengo es bastante placentero, incluso lo guardo con cierta nostalgia.
Este año, durante el máster, me he dado el lujo de leer dos obras maravillosas: Noches blancas, de Fiodor Dostoievski, y Como agua para chocolate, de Laura Esquivel.
La primera por recomendación del profesor Andrés, gran apasionado de la literatura y de la docencia. La segunda por mi madre, quien me guio por los senderos de la lectura sin saber que iba a ser mi salvavidas en mis peores momentos y mi gozo en los mejores. Gracias a ella y a su colección de libros, he convertido en tradición leer todas las navidades Siempre no es eternamente, de Helen Van Slyke.
Ahora estoy deseando que termine el terrible mes de mayo para sumergirme en otras dos historias, esta vez regaladas por mis amigos, quienes, como yo, también ven la lectura como un espacio de evasión de la realidad.
Dado que los libros solo me han aportado cosas buenas y gratificantes, no se me ocurre mejor manera de inculcar, a través de ellos, valores humanos y conocimientos a los alumnos de Secundaria. Somos conscientes de la numerosa cantidad de obras de LIJ que pueden resultarles interesantes y que favorecen el desarrollo de aprendizajes significativos: La composición, de Skármeta; Memorias de una vaca, de Atxaga; Caperucita en Manhattan, de Martín Gaite; Campos de fresa, de Sierra i Fabra; o Marina, de Ruiz Zafón, entre muchísimas otras.
Para celebrar este día y fomentar la escritura y la lectura en los jóvenes, se podrían realizar algunas de las siguientes actividades.
Creación de un relato “cadáver exquisito”
Se trata de una técnica de creación literaria en la que los alumnos, por grupos, deberán escribir una historia. Primero, cada equipo recibirá una hoja con una frase que tendrán que leer para crear una segunda. Luego, doblarán el papel para cubrir la primera frase y se lo pasarán al siguiente equipo, quien solo podrá ver la segunda frase. Así sucesivamente, hasta que cada grupo haya hecho su aportación a cada historia. Al finalizar el juego, se leerán en voz alta los relatos que hayan surgido.
Taller con un escritor
Para preparar este taller, es fundamental que antes se trabaje en clase uno de los relatos de la estrella invitada. Se podría, por ejemplo, preparar una serie de preguntas para realizarle o un collage sobre alguno de los personajes del relato.
Creación de un perfil de Instagram de un personaje literario
A partir de una obra leída en clase, los alumnos, por grupos, tendrán que escoger un personaje y crearle un perfil de Instagram, atendiendo siempre a las siguientes cuestiones: ¿Cómo se presenta? ¿Cuáles son sus aficiones? ¿Y sus ideales? ¿De qué temas habla y por qué?
¡Feliz día del libro, compañeros! 📚🤍
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